Esta historia de posible veracidad, pero de indiscutible interes tuvo lugar durante la primera guerra mundial. El caso fue recogido por la prensa de la época y mencionado posteriormente en el libro Física Recreativa, del autor ruso Yakov Isidorovich Perelman (1882-1942).
El extraordinario evento en cuestión le sucedió a un aviador francés. Mientras volaba a dos kilómetros de altura, este piloto se dio cuenta que junto a su cara se movía una cosa pequeña. Pensó que se trataba de una mosca y con un rápido movimiento lo atrapó con la mano. Pero, para su sorpresa, al ver lo que había atrapado, descubrió que no se trataba de un insecto, era ¡una bala de fusil alemana!
Para Perelman este es un hecho totalmente posible, y él lo explica de esta manera: "Las balas no se mueven durante todo el tiempo con la velocidad inicial de 800-900 m por segundo, sino que, debido a la resistencia del aire, van cada vez más despacio y al final de su trayectoria, pero antes de empezar a caer, recorren solamente 40 m por segundo. Esta era una velocidad factible para los aeroplanos de entonces. Por consiguiente, la bala y el aeroplano podían volar a una misma velocidad, en un momento dado, y, en estas condiciones, aquélla resultaría inmóvil o casi inmóvil con relación al piloto. Es decir, éste podría tomarla fácilmente con la mano, sobre todo con guante (porque las balas se calientan mucho al rozar con el aire)."
Otro dato curioso, ya no sobre el piloto frances y la bala, sino sobre Yacob Perelman: su hijo, Grigori Perelman, fue quien resolvió en 2006 el último interrogante que quedaba por demostrar de la Conjetura de Poincaré, que hoy es teorema.
El extraordinario evento en cuestión le sucedió a un aviador francés. Mientras volaba a dos kilómetros de altura, este piloto se dio cuenta que junto a su cara se movía una cosa pequeña. Pensó que se trataba de una mosca y con un rápido movimiento lo atrapó con la mano. Pero, para su sorpresa, al ver lo que había atrapado, descubrió que no se trataba de un insecto, era ¡una bala de fusil alemana!
Para Perelman este es un hecho totalmente posible, y él lo explica de esta manera: "Las balas no se mueven durante todo el tiempo con la velocidad inicial de 800-900 m por segundo, sino que, debido a la resistencia del aire, van cada vez más despacio y al final de su trayectoria, pero antes de empezar a caer, recorren solamente 40 m por segundo. Esta era una velocidad factible para los aeroplanos de entonces. Por consiguiente, la bala y el aeroplano podían volar a una misma velocidad, en un momento dado, y, en estas condiciones, aquélla resultaría inmóvil o casi inmóvil con relación al piloto. Es decir, éste podría tomarla fácilmente con la mano, sobre todo con guante (porque las balas se calientan mucho al rozar con el aire)."
Otro dato curioso, ya no sobre el piloto frances y la bala, sino sobre Yacob Perelman: su hijo, Grigori Perelman, fue quien resolvió en 2006 el último interrogante que quedaba por demostrar de la Conjetura de Poincaré, que hoy es teorema.
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A ver qué me contas...
(por favor, use su nombre o su apodo de barrio GRACIAS!!)