Estacioná donde quieras eh!


El sábado 6 de junio de 1983 a las 11 de la noche el Alraigo, barco mercante español, navegaba a unas 120 millas náuticas al sudoeste de Oporto (Portugal), súbitamente un avión militar surgió de entre la oscuridad comenzando a revolotear por encima del buque. Después de dos pasadas muy bajas, la tripulación, encabezada por su capitán, vio con desconcierto como el aparato comenzaba a descender en vertical con la asombrosa intención de acomodarse sobre la cubierta.

Se trataba de un Sea Harrier FRS1/FA2 -ZA176, de la Royal Navy británica con dos años de antigüedad, con la capacidad para aterrizar y despegar en vertical gracias a su sistema de propulsión denominado V/STOL. Su piloto, percatado de una avería en su aparato, no dudó en hacer descender aquellos casi 5.000 kg, repartidos en unos 14 metros de caza sobre unos contenedores, convirtiéndose así en el primer avión del mundo en posarse en un buque civil navegando en alta mar. La operación se desarrolló con gran limpieza en apenas 30 segundos, posándose sobre los contenedores a cuya superficie se aproximó suavemente, luego cayó violentamente y se vino un metro hacia popa; un golpe de mar hizo que se desplazara sobre una furgoneta blanca de marca Mercedes Benz que quedó seriamente abollada; solo se sintió un fuerte impacto, pero el temor de la tripulación era legítimo puesto que, debido a este sobrepeso en cubierta se podían alterar los centros de gravedad y de carena del buque pudiendo mandar a pique el barco, eso sin contar que el sobrepeso podría provocar algún tipo de grietas en el casco, y que el excesivo calor de los motores del caza también podría producir unos inconvenientes de gravísimo peligro. Cuando el capitán se dio cuenta de lo que estaba pasando ordenó parar las máquinas y preparar las maniobras de salvamento y contra incendio; afortunadamente el Alraigo aguantó y no hubo daños.


Boquiabiertos quedaron todos al ver bajar al piloto, al que creían un loco suicida, quien comprobó que todo estaba correcto y acto seguido se presentó a la tripulación, alguno de cuyos miembros incluso llegó a pensar que estaban siendo secuestrados. Todo era muy sencillo, el piloto, subteniente Ian Watson, se hallaba en vuelo de reconocimiento cuando descubrió que no funcionaba ni el equipo de navegación ni la radio del aparato por lo que no pudo hallar su portaviones, comenzaba a quedarse sin combustible y cuando apenas le quedaba un minuto de autonomía descubrió al Alraigo y tras comprobar que tenía posibilidades no lo dudó y se posó sobre su cubierta. Con gran desconfianza la tripulación se percató de que un objeto alargado parecido a un misil se había soltado del avión, no acercándose a él por pura precaución, se limitaron a afianzar el caza a la cubierta mediante cadenas y poner rumbo nuevamente a Tenerife, que era a donde en definitiva tenían que ir, y ya llegaban con retraso. Sin embargo, en cuanto en el puente del HMS Ilustrus, portaaviones al que pertenecía el aviador, tuvo noticias de que uno de sus aparatos se hallaba en la cubierta de un carguero civil intentó desviar al Alraigo hacia Portugal, a lo que el capitán Suso se negó categóricamente.

El caza fue recuperado por la marina británica luego de extensas negociaciones, y tras el pago de una considerable suma a los miembros de la tripulación del Alraigo; quienes llegaron incluso a encadenarse al jet para asegurarse de recibir la cantidad prometida.

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